La geometria en la obra pictórica de Roberto Espino es el eje a partir del cual se desarrolla tanto su universo de ideas como su composición estrictamente pictórica. La geometria es la estructura en la serie ajedrez. El sustento, fondo, base a partir de la que los jugadores desarrollan su partida. Tablero en si mismo. ¿Blancas 0 negras?. En realidad es color. Escalera de color, diriamos en póquer.

Y lo escribo de esta forma porque el color de sus piezas no es blanco 0 negro sino la sangre, lo celestial a la idea de la justicia. Es la humanidad misma inmersa en el enigma de su futuro, en sus batallas y sacrificios, en el magma continuo que nunca para, incluso despues de la muerte. En la serie siguiente, la geometria se convierte en un campus, en un espacio abierto al dialogo. Parece geometria del amor, de la meditación y de lo sugerente. La geometria como esencialidad, a partir de la que construye su propia existencia. Geometria, centro de la estructura, como punto de partida. Estructura, forma que vive en si misma y que permite viajar a otros mundos.

La suya no es una idea de la geometria como ciencia exacta, sino relativa. Porque desde la meditación todo es relativo y lo absoluto es estar en armonia con el cosmos, pero, tambien, con uno mismo. Reencuentro. Su geometria es un continuo reencuentro, metódico, con musicas de los setenta, del rock sinfónico, de las notas clásicas que viajan a traves de un universo de esplendor. Mientras que la geometria, en el anacronismo geometral 0 diacronismo se convierte en la auténtica esencia de si mismo. Esencia de sensibilidad, de sentimiento, de virtud y de eje vertebrador. Eje del cambio, como juego, como parabola, simbolismo, como percepción de que la geometria sigue sin ser realmente una ciencia exacta. La geometria como elaboración de un juego que va desde el principio al final como la luz viaja a traves del cosmos.

Juego de la versatilidad inusual. Juego ambiguo, que parte de lo efectista para realzar los puntos débiles, los aparatos organicos escondidos en el magma del deseo inusual que nos rodea.

Roberto Espino viaja por l0s diversos mundos paralelos a lo orgánico, viendo la decrepitud como va aduecuandose de la vida. Se sumerge en el fantasma del enigma que nos conduce, como aquel ser que depende del hombre de la antena. Del hombre de Rusia que esta sentado en el sillón. Un hombre imaginario, que, en realidad, es la auténtica esperanza, aunque sin que se declare como tal en si mismo.

Seres que vagan sin rumbo, que son guiados en la serie ajedrez como autenticos autómatas sin esperanza. Seres que se sumergen en la pleyade de lo inusual, para convertirse en ideales específicos dentro de un cosmos fantasioso abierto a la destrucción par la acción del poder. En obras mas recientes, su obsesión es el principio y el final, la idea de la vida y de la muerte, de la génesis y de la perdurabilidad en todos órdenes y sentidos.

Vuelve la idea del poder. Es decir la idea de la perdurabilidad en un mundo (mito, abierto a cambios constantes). Un mundo que establece variaciones continuas, transformaciones permanentes, para reiniciar una y otra vez el mismo ciclo que nos acontece. Un ciclo especialmente singular, en el sentido de que la vida y la muerte son partes de un mismo todo. Y de ahí la percepción de la organicidad del mundo desde la meditación por parte de Roberto Espino; Una percepción evidente, porque se sumerge en el meollo de la cuestión, en el enigma de lo exclusivo, en el sentido de ahondar en la verdadera concepción del mundo, que es diversa, según el ser unipersonal que habita en cada uno de nosotros.

En 2001, su serie del ajedrez desgrana la virtual ocupación del poder del tablero, el efecto de sus armas devastadoras y la acción de los peones. En el 2002, enfatiza y teoriza en torno a la geometria, en el sentido de abarcar el aspecto constructivo, las formas que integran un cosmos individual pero, que a la vez, es colectivo, dado que es la suma de las partes. Mientras que, en 2003, se preocupa por los origenes y los anacronismos, los desencuentros y los diacronismos. De lo perceptivo, evidente; de la evidencia, cambio. El cambio es transformación, en el sentido contundente del término. Lo orgánico no es perenne, sino que forma parte del circo evolutivo. Adoptar una actitud contemplativa nos lleva hacia las extensiones del conflicto real. Porque la energía es positiva y la constatación de lo insufrible es la verdadera razón del paradigma que tanto buscamos.